Un piercing
consiste en la realización de una perforación en alguna parte del cuerpo humano en la que se introduce un pendiente, una bola o una joya. Generalmente su función es decorativa, aunque también pueden servir para reflejar ciertos valores culturales o espirituales, o como forma para identificarse con la manera de pensar de un núcleo cultural..
Las partes del cuerpo que se perforan con más frecuencia son las orejas en distintos lugares de las mismas (lóbulo, hélix y antihélix, trago y otras zonas del cartílago). Un caso especial son las dilataciones, generalmente en el lóbulo, en las que, como su nombre indica, se dilata el agujero mediante piezas especiales. Otras áreas frecuentes en las que se realizan estas perforaciones son en las fosas nasales o en el ombligo. Sin embargo, es posible realizarlos en muchos otros lugares de la anatomía humana, tanto de la cara (cejas, mejillas, lengua, labios etc.), como en el resto del cuerpo.
Los materiales más empleados en la realización de los piercings son el
titanio y el
acero quirúrgico. El primero posee las ventajas de que la curación de la herida que se produce es más rápida, su peso es menor y existe mayor variedad de colores; Además es el material que resulta más compatible con el organismo humano. A pesar de ello, el que más se utiliza de los dos es el acero.